Pero para que esa oscuridad no nos arranque la esperanza, buscamos la esperanza del amor. La luz que solo habita las sonrisas y los sueños. Pienso en él, pero con paz, con serena paz. Pienso en él que es el amor, él cuya sonrisa evoco y sigue despertando mi sonrisa y mi alegría, el sueño tal vez de que viví algo aunque tal vez lo imaginé o lo soñé.
A veces prefiero recordar los sueños que son más dulces. Aunque a veces se vuelven pesadillas, como hace unos días cuando la calentura me invadió y ahogó mis sueños de tristezas y temores, esos miedos que ya no habitan en mí hace mucho tiempo.
Y pienso que ya sigo caminando, que hace tiempo dejé atrás todo, que el recuerdo se diluye pero no hay miedo. No lo tengo, lo he perdido y lo he dejado atrás.
Más bien me encuentro ligera como una burbuja de jabón yendo hacia donde el viento nos lleve, yendo hacia adelante y mirando la vida. Saboreo el sol, saboreo el café, el te de jazmín y hasta el jocoque favorito. Tengo el cabello más negro y más largo, otra vez no lo he cortado y ya luce larguísimo. El año pasado cuando decidí que todo debía cambiar lo corté y me llevó tiempo cambiarme a mí misma, no al mundo no a él, el amor, sino a mí. POrque no es el mundo el que necesitaba cambiar sino mi forma de vivirlo y saber que aquí estamos observando y escribiendo. Lo cotidiano, lo primero que viene a la cabeza y siendo honesta, sinedo sincera, llana, lisita y transparente como ofrecí una vez, como solo puedo ser yo para conocerme y encontrarme.Aquí encontrándome, mirándome al espejo, mirando debajo de la máscara y conociéndome...
Otra vez ingenua, dispuesta a vivir, a sonreír. Con la maleta ligera habitando las calles y bajo el techo del cielo.
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