domingo, 19 de enero de 2014

Tremévolo, de Adán Echeverría




Argentina Casanova

“El amor a uno mismo sólo conoce una barrera
-el amor hacia los otros, el amor a los objetos.”
Sigmund Freud, Sicología de las masas y análisis del yo.

Si no fuera por el subtítulo del poemario Tremévolo, compuesto de tres libros, con la lectura de los poemas de la segunda parte sabríamos de qué se trata: Pornoversos… titulados metafóricamente como Estanterías dionisiacas.
Me quedo con esta segunda parte del libro para ser la que sostiene a la primera y la tercera, -desde mi apreciación como lectora- la segunda parte es la que altera,  golpea el rostro con su realidad, la de una concepción decimonónica de la poesía.
Pero la poesía no solo se hace de la belleza, también en la fealdad o en lo perverso hay una estética poética, la que hay en la turbia existencia de los subyugados a sus pasiones. La pasión se ha abordado el Ars Amatoria de Ovidio, fue de invocación a Venus, a inspirar El Arte de las putas, de Nicolás Fernández de Moratín, auténtico manual sobre las prostitutas del Madrid en 1777.
Algo que se antoja más ligado a la pornografía que a la literatura, pero el tema es ¿la pornografía es literatura? Acaso cabe la pregunta, y como Adán con la intención y el gusto por el tema procuro la respuesta: varios son los matices que pueden abordarse pero en lo esencial “en griego antiguo pornografos designaba al autor que trataba sobre la prostitución: así como pornografía designaba aun género pictórico: la representación de prostituidas…”[1][1], entonces la literatura y la pornografía se ligan hasta ser una categoría de análisis y como tal está sometida a las mismas exigencias de otras categorías de la literatura.
Cumpliendo con esta premisa, es que el autor titula al segundo libro inserto en el poemario Tremévolo: Pornoversos y calumniaditas sin censura.
Así, Adán Echeverría anuncia con las palabras de  Tolstoi, en un epígrafe, los linderos del poemario que va  de la subyugación, el deseo, la locura, la pasión que son al mismo tiempo un dragón de varias cabezas.
No es casualidad, hay una intencionalidad latente en la voz lírica del poema cuando dice: Dejen que me inflame/que suelte mi verso amoral y nocheciente,/mi verso-dardo irreparable.
El verso no se limita, ni se reprime no le teme a lo obsceno y lo pornográfico, en presentar el amor como algo carnal, y por ende lleno de humores y olores, de fluidos y nombrando al cuerpo con sus nombres, a sus partes.
El discurso poético de Tremévolo se sostiene en estructuras gramaticales y estilísticas específicas y distintivas, desde una dimensión específica de descripción que atraviesa el poemario: la sexualización de la existencia.
No es posible una lectura ingenua de Tremévolo, al que hay que dar una lectura intencionalmente obscena para ob-tener el placer del texto no solo en el sentido de Roland Barthes, sino propiamente en el entendimiento de la retórica popular pero construido con un lenguaje poético que confirma que todo en la vida es pues sexualidad  consumada en la palabra: 

Cito:
Todos están ardiendo en el fuego que somos crematorio
dormitadas velas de la madrugada.
Qué mejor entierro que enterrarnos,
enterrarte el pene y el ojo básico de cada noche,

El verso no se construye con la metáfora, se sustenta en la polifonía de las palabras que usa, sugiere imágenes sexualizadas latentes en el imaginario de quien lee –o escucha-, pero también se atreve a interpretar la concepción prejuiciada de la sexualidad y la perversión con una mirada de devota fascinación.
En el texto pornográfico el cuerpo es frecuentemente castigado, espectáculo que produce placer en personas que han sufrido represión en sus actividades amorosas y sexuales, dice Gabriel Weiz en Dioses de la Peste, y en el poema esa fascinación por la violencia se sublima como un ingrediente más de la obra que aquí presentamos con versos sútiles o que se confrontan con imágenes descarnadas:

Quiero castigarte con la punta de mi lengua
rozarte con el glande sin hacer la embestida

Versos más adelante dice:

Ven a orinarme, ornitorrinco.
Ven a volverme paradigma

La poesía no es realidad pero crea una capaz de reflejar la que vivimos, y Tremévolo se inserta en una interpreta del mundo en una cultura en la que el cuerpo en una escritura masculina que describe lo femenino como objeto sexual, pero el autor se abre, se imposta en una voz femenina pero no es otra voz lírica, es la del mismo sujeto textual que habla y se enuncia se ofrece en esa concepción pornográfica de sumisión femenina, porque en el deseo construido en el imaginario popular solo lo femenino cabe a abrirse, a someterse, a ser poseída y penetrada. Y en el poema se confiesa el sujeto lírico sometido:
Qué me has dado sino el más puro dolor
purificado y rectilíneo, retardado y trovador de lunas

Porque hasta la pornografía a pesar de su papel transgresor reproduce modelos patriarcales de sumisión femenina frente a la embestida masculina, aunque el doliente obsesivo enamorado se torne abierto-femenino, sumiso sometido en el poema:

Quiero ser tu hembrecita dulce
dime si no soy buena mujercita,  tú lo sabes.
Lo sabes cuando me insertas tus uñas de lodo,

El deseo es lo latente y a partir de esa emoción plantea una forma de amor humano, carnal y nos despierta furia con su obscenidad que nos estrella en la palabra; el recurso de la repetición busca y alcanza exasperar, alterar y enfatizar. En una concepción perversa del deseo:

Cito:
¿Quieres que te mire coger? Déjame sodomizarte
Clávame ese bastón de aluminio que te he regalado

Pero también es una forma de pulsión latente en estos días en esa concepción de lo placentero de la actualidad; Renata Salecl, plantea en Perversiones de amor y de odio que la pulsión obtiene siempre satisfacción, mientras que el deseo siempre permanece insatisfecho.

Cito:
Los espero   en este punto,
en este pedazo de vértebra
en que no dejo de presentirme lobo,
quimera equidistante que nada justifica
ni el amor, ni la muerte que llevo acá en la espalda.

En última instancia, la pulsión es siempre la pulsión de muerte –sostiene Salecl-, la fuerza destructiva que socava sin piedad y sin fin los puntos de apoyo que el sujeto ha encontrado en el universo simbólico.
Entonces no extraña que en el poemario la muerte sea un ritual sensual de sublimación.
Cito:
Vamos a matarnos todos juntos
a brindarnos al suicidio colectivo

El poemario no es ni moral ni aleccionador, es amoral porque se presenta sin temor de lo que despierta, es una fotografía de una forma de intimidad humana que las más de las veces nos negamos a aceptar en lo público aunque en lo cotidiano palpamos su existencia, con toda su violencia y la fealdad de lo perverso que se entraña en formas de amar que la sociedad hoy prefiere etiquetar como  decadente aunque es lo que se vive en este tiempo.
Por momentos, el verso es una película que transcurre en nuestros ojos, con la referencia de las imágenes de filmes pornográficos, la sublime fantasía elucubrada en lo profundo o como la pesadilla de ser la víctima de un ataque; pero capaz de construirse como imagen escupiéndonos en la moral que nos obliga a esconder la confesión del placer o la compresión de las imágenes poética si se hace en una lectura hipócrita evasora.
Algo hay siempre de grotesco en la pornografía como nos cuesta confesarnos humanos, comunes y ordinarios,
Y si el epígrafe Freudiano lo hallan fuera de contexto, vale decir que el amor es también el deseo del otro, una insatisfacción perpetua por nunca poseerlo del todo.

El discurso poético de Tremévolo es globalmente coherente, con una primera parte llamada Anatomía distante y sin retornos que no es ociosa, es la metáfora del tiempo del deseo el enamoramiento que se torna obsesión y empieza a agobiar,  con imágenes que se confrontan y nos guía a una poesía de lo que se habla, se vive, se escribe y se hace en la realidad de las personas, de esos posibles lectores, del sujeto lírico que habla en el poema y posiblemente del autor.
Cito:
¿Buscarte? Todos te buscan,
¿Quién te encontrará en el resorte de las camas?,
¿o eres tú buscándolos?
¿Para que otros rostros   para qué otros nombres?
¿Mi orgasmo no te basta?


Una tercera parte donde el yo lírico se imposta en la hipocresía de amorosas confesiones.
Donde la nostalgia se teje como una forma también de sentir deseo, de consumar la pasión por la “ella” distante, una vuelta al discurso amoroso después de las probadas perversiones que le anteceden al mismo objeto del deseo porque después de todo también esas son formas del amor.

Y termino citando a Tremévolo:

Hemos herido tanto, hemos sangrado poco,
lamiéndonos, paladeándonos como las hienas
hiriendo el cenit de alumbre en que nos alumbramos.

Argentina Casanova, Campeche, Camp.








[1][1] La literatura pornográfica, Maingueneau, Dominique, Edición Nueva Visión, Buenos Aires 2008.

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