martes, 19 de mayo de 2020

Así empieza una historia

Yo nací en el 75. Tres años después, en el 78, nació mi hermana menor. Se llamaba Brígida Ofelia, fue a la que pusieron el nombre de las abuelas. El año de su nacimiento hubo una epidemia de tosferina, ella falleció a los 9 meses de edad, y mi familia era tan pobre que no tenía recursos para llevarla al médico.
No supimos de que murió, o nadie nos dijo... yo lo deduje cuando a los 20 años hice un trabajo de investigación periodística sobre la epidemia que se llevó a muchos niños y niñas en Campeche...lo descubrí porque en un paseo por el cementerio había visto muchas lápidas de bebés en ese año. De mi hermana no tenemos ni lápida, porque en medio de la pobreza extrema si no tienes para comer menos para pagar lápidas o espacios para tus difuntos. Sus restos los pusieron en una fosa común que un poco después desapareció.
Yo nunca olvido el día que fuimos a llevarle flores y mi abuela buscó y buscó en el panteón y preguntó al sepulturero y le explicó que ya habían sacado los restos de todos los que estaban en la fosa común, los que no podían pagar.
Cuando crecí supe que hasta la muerte hace distinción en cómo es para los que tienen para pagar y para los que no. No, no estamos en el mismo barco. La pobreza acumulada por la desigualdad marca la vida de las personas para el resto de su existencia... les deja huesos y dientes deficientes por falta de una alimentación adecuada. Les construye un futuro de muerte por trabajar con materiales pesados o trabajos de riesgo por el exceso de calor o porque a nadie le importa cuántos ponen su vida envenenando sus cuerpos con tóxicos por llevar pan a su familia.
A nosotras, mi hermana y a mí, mi abuela nos heredó el deseo de aprender, porque siempre nos dijo que "si ella hubiera estudiado su vida sería diferente"...
No. No estamos en el mismo barco, navegamos el mismo río, unos aferrados a la vida y otros mirando desde sus propias realidades.