domingo, 17 de julio de 2016

¿Para qué la vida?


¿Para qué la vida?

Desde niña observaba a las personas ancianas. Las miraba, observaba su piel, sus ojos, y esa extraña forma que tenía de comer lentamente, pero más que la gente joven, con un movimiento lento y evidente en la garganta...

Mi abuela me invitó a la celebración de su envejecimiento hace un par de años. Nada ha vuelto a ser igual, aunque nunca fui una convencida de la vida, de la existencia pues. Nunca tuve un vínculo con la vida, no la toleraba y se me hacía difícil hasta cumplir los 30 años.
Ahora a los 40 años, miro la vida diferente. He contabilizado algo así como 20 años más de cuerpo y de conciencia, en un proceso de envejecimiento o de "pérdida de la juventud", pero no quiero más.
No quisiera vivir más de 20 años, aunque es probable que cuando eso ocurra -si llego- quiera vivir más, eso dicen los que llegan a los 60 años.

La vejez no es nada hermosa, nada tiene de bello el envejecimiento del cuerpo, menos cuando el cerebro acumula información, se vuelve lúcido, tranquilo, pero luego empieza un agotamiento hacia la vejez más profunda.

Y justo recuerdo el consejo que todo  mundo da... vive tu vida, pero también pienso ¿qué es la vida? Es el trabajo, es la rutina, es el ir y venir, es la pasión, son los amores, ¿qué de todo eso es la vida? O es la suma de todo eso. ¿La conciencia?

El tiempo... el tiempo nunca alcanza, ni para los libros, ni para el trabajo, ni siquiera para perderlo frente al mar con una cerveza. Hoy frente al mar pensaba -no lo merezco- aún tengo trabajo por entregar, estoy rezagada con los pendientes laborales y no terminan por más que me esfuerzo, y ni siquiera alcanzan para algo más que cumplir y vivir, para tratar de cambiar o hacer algo por que no nos mate la inercia de este tiempo.

Soy yo. Al final no es él, ni es el otro, ni la otra persona, ni las otras mujeres y hombres, soy yo. Soy yo que no habito mi propio tiempo, soy yo que no termino de aceptar la finitud y busco en la palabra o en cualquier otra forma que mi cuerpo al morir no sea lo último de mí, ni siquiera lo hago conscientemente, creo que es ese algo que nos impulsa a nacer, aunque yo no quería.
Mi madre me contó que me resistí a salir, que me quedé más tiempo y el cordón se había enredado en mi cuello. Ya sabía yo que este mundo no era para mí, pero tampoco hay otro... y qué más da.
Observo el envejecimiento de mi abuela, a veces me enferma, a veces me enfada, a veces me deprime y otras la miro como mirarme a mí misma, y me consuelo de pensar que yo no necesitaré compañía, como lo necesita ella, que yo he estado acostumbrada al silencio, a toparme entre la casa con mi sombra, a hablar a solas, y que todos están habitando mi corazón y mi pensamiento, hace tiempo. No alimentes a los gatos que vendrán y serás "la loca de los gatos".
Recuerdo aquél poema:
"...invitaré a los amantes a asistir a la putrefacción del cuerpo, así como asistieron a la de mi espíritu..."
Estarán todos ahí, ese día, cuando yo muera, estarán todos y ninguno, estará solo el que se quede hasta ese día, el último como un recuerdo vivo.


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