miércoles, 27 de julio de 2016

La selva...

Otra vez la selva. El ardor de los árboles en el horizonte. Ir y volver tierra adentro, alejarse del mar. Perder el sentido que nos da el mar. 

Me pasa como a los delfines y a las ballenas, quedo varada apenas extravío el mar, me pierdo a mí misma y me vuelvo siendo otra yo.

La selva del sur tendría que ser un mapa para encontrarse a una misma siendo otra, la que es lejos del mar, la que es tierra y árbol, la que reconoce el arbusto que cura el mal de los riñones, la que sabe que el nido es de un pájaro llamado yuya. Pero esa otra, no soy yo, es mi ancestra que habla por mi boca, ella es la que sabe, yo solo sé de oídas. Por eso me pierdo...
El camino de vuelta siempre me hace pensar en el pasado, el lejano pasado de los ancestros, de esos hombres y mujeres que no conocí pero de los que formamos parte.
Pienso en la historia, en el pasado, está lleno de hombres y mujeres que vivieron, amaron, odiaron, vivieron intrigas y miedos, y sus actos, la suma de todos y cada uno dieron por resultado el presente que hoy tenemos...
Y pienso que así, mis actos, mis palabras, mis miedos y mis decisiones son parte de la historia de personas que no conozco ni conoceré, aunque no tenga hijos, sé que toda historia tiene un antes en el que intervienen personas que sin saberlo determinan... ¿existe el libre albedrío? ¿Qué somos? Realmente tenemos oportunidad de ser algo o solo contribuimos a la larga cadena de sucesos hacia una historia que no nos pertenece y solo podemos aferrarnos a la idea de que somos libres, de que nada nos es ajeno y que aun la decisión más pequeña y simple tiene -como el aleteo de la mariposa- un efecto en la historia de la vida de otras personas, otras generaciones, cuyos rostros quizá tengan algo del nuestro, algo de nuestro nombre, de nuestros dolores y miedos, de nuestros errores y valentías.
Prefiero pensar que "lo que ha de ser, será", que no puedo hacer nada por evitarlo, que solo me resta vivir como si realmente tuviera el control de la luna y el sol, de mi día y el sabor de la bebida que elijo, pero sé en el fondo que nada es lo que elijo, que todo es la suma de sucesos que alguien más ha decidido y yo vivo lo que ponen frente a mí, aunque crea que estoy eligiendo, siempre es lo que alguien más ha puesto o dejado, o permitido, o lo que se lleva consigo, o lo que trae, quien se queda y quien se va... pero yo al final hago lo mismo en la vida de otras personas y así, nada es nuestro ni nada es realmente una decisión propia.


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