Hace unos días pasé tiempo con mis sobrinos, el más pequeño
se acercó a mí y se acurrucó abrazándome. Su ternura me llevó a cantarle,
inventarle una canción, empecé a cantarla en voz alta en medio del silencio y
la letra era más o menos así:
Cuando te vayas de aquí/yo seguiré pensando en ti/ en quién
se cruza en tu camino y al amanecer muy temprano te da los buenos días/de quién
serán los ojos que te vea y saluden en la calle/envidio a las manos que
preparen un café para ti/ pero donde tu vayas yo estaré cerca de ti.
Caminaré a tu lado, iré donde tu vayas, seguiré tus pasos y
estaré para cuando voltees buscando a alguien junto a ti. Yo estoy ahí
caminando cada calle, despertando junto a ti, aunque no esté presente, mis
sueños me llevan todas las noches junto a ti.
A donde vayas yo iré contigo, sonreiré cuando sonrías,
lloraré cuando tú llores, me quedaré en silencio cuando mires al horizonte y encuentres
una mañana brumosa. Jugaré con el humo que fluye de tus labios, oleré el aroma
del tabaco entre tus dedos en esta vida paralela. Me tenderé junto a ti bajo
los árboles, como en mis sueños, para mirar los rayos del sol entre las ramas,
acostada junto a ti…
Mi sobrino me miró y me dijo: qué bonita canción tía, con
esa dulzura que un nene tiene a los 6 años. Y yo pensé que aunque no era para él, era lindo haberla cantado y dejarla así, vivir en este mundo.
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