Te miraría por encima de las rejas con esa melancolía de
grúa.
Te amaría con el amor desanimado de los exageradamente altos.
Te amaría
con el celo de los osos, de los tamandúas, de los ornitorrincos, de las
cacatúas y de los cocodrilos.
Bajaría trabajosamente mi cuello para esconder mi
cabeza en tu pecho con trémulos topetazos de ternura.
Porque déjame confesarlo:
soy tierno, soy tierno incluso antes de la última cerveza, soy estúpida y
sumisamente tierno como un perro enfermo, como un perro implorante de ojos
demasiado humanos.
Porque soy estúpida y sumisamente tierno como esos perros
que echamos a puntapiés y se alejan sollozando para sus adentros, restos de
vapor, mechones de tu pelo.
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